Monday, February 07, 2005

Municiones frente a la migraña nocturna:

- Una bolsa con hielo
(para paralizar de frío a los pensamientos)
- Crema lubricante
(to rub impertinencias away)
- Máquina masajeadora
(también conocida por películas como “My first dildo” o “Me duele tanto la cabeza que me gustaría que fueras un taladro”)

- Vaso con jugo de mango
(ganador del Óscar por “¡Maldita sea! ¿Porqué me comí las sobras de hoy en la cena?” y “¿Porqué carajos hay tantos condimentos en mi refrigerador?”
- Rivotril
(somnífero caído del cielo o si se prefiere “¡A la chingada con todo! Al menos lo intenté…”)

Un

Es un/ sin embargo varios minutos más tarde y con una hermana en la solapa ya no es ningún.

Es un verdadero tormento/ qué digo tormento/ que digo tormento

Es un verdadero condimento del al pensamiento el creer que el futuro/ piene/ tiene/ viene
(el que a usted le apetezca)

En envase tetrapack
(con tapa abre-fácil, desde luego)

Es un-ningún, eso (él) es.

1:42 a.m.

¿Porqué 1:42 a.m.?
Porque es la hora, porque no tengo sueño, porque suma 7.

Si 1:42 a.m. pudiera hablar te diría
Que tus ojos, que mi pluma, que te quiero.

Y mi vida y tu carta y los grillos
¡Y 1:42 a.m.!

Pero el tiempo, pero tus planes, pero los ovnis
Sin embargo 1:42 a.m.

Suma siete, muerde a un niño, se toma un trago, se enreda en un árbol,
tiene un sueño mojado, se cae y se rompe, va y cuenta un chiste, piensa en ti, 1:42 a.m.

No le has hablado, ni le has puesto sal, ni lo has leído, ni te lo has cogido…
¡le pouvre 1:42 a.m.!

¿Hasta cuando 1:42 a.m.?
Hasta que amanezca, hasta que hierva, hasta que lo veas, hasta que se venga,
hasta que te mueras, hasta que yo quiera.

Por eso 1:42 a.m. ¡1:42 a.m.! ¡tengamos 1:42 a.m.! ¡tengámoslo rápido, fuerte, húmedo!

Y no esperes más
Ni aplausos, ni fertilizante, ni un gato en celo, ni el llanto de tu padre.

Sólo te puedo dar esto,
Que es todo,
Que es nada,
Que es 1:42 a.m.

Fragmentos de ciudad

I
En el metro: "¡Llévelos, lápices de color pa' que ilumine, calque, surraye!"

II
Un cinturón de piel de becerro vocifera: "Puro Michoacán"

III
¿Ya viste qué chula mi ciudá? ¿A dónde estaré yo? Anciana de vientre abultado, delantal y dentadura metálica.

IV
Palo Alto, Pasadena, Benydorm... todos ellos nombres de placer revolcadito en poliéster por menos de 300 pesos.

V
Una cubeta con 6 chelas por 60 pesos. Y una rubia de 1.80 con senos de silicón y portentoso miembro con un pequeño cargo extra.

VI
El Tsuru-bigotudito-blanco se frena irremediablemente mientras el Grand-güarro-Marquis lo detiene con una seña prepotente para que el BM-lipstick-rojo-W pase, y yo, un Ford-rizado-compacto, lo presencio todo.

VII
Y la ciudad-manta-eléctrica-de-luciérnagas me cobija la muy cabrona, cómo no quererla.

El olor dulzón

El olor dulzón de mi sexo me recuerda a los simulacros y a los desgarramientos.

Insomnio en dos tiempos

I
Así como tú fermentas el aliento nocturno, yo quiero fermentar los sueños para desayunárnoslos, pero sigo pensando en ventanas y en faldas, en niñas, en el paréntesis que no voy a escribir y tú: duermes.

II
Madrugada ya y mi loco favorito tiene la tarea de recorrer, alisar y memorizar los caminos que conectan todos mis pliegues y orificios. Esa tarea tiene él y yo lo acepto, por eso me desprendo de mi cuerpo casi imperceptiblemente para no distraerlo.

Mi abuelo

Esta noche, desde el Rascacielos de las Medicinas, el Palacio de los Antibióticos, el Castillo de los Laxantes, veo la ciudad. Entro a su cuarto, descubro mi torso, lo froto con pomada anti-inflamatoria y me miro al espejo, me encuentro guapa aunque sin cintura. Su dentadura descansa en un frasco junto a mi limpiador facial. Mi brassiere está colgado en un cajón que dice “calcetines grises” y convive con sus primos los cajones “calcetines azules” y “calcetines negros”. Mi barniz de uñas reposa sobre su cómoda y una gotita de su sangre ya seca en la colcha me sopla un beso. Él murió en la mañana, casi no lo conocí, creo que no me quería, sin embargo, esta noche mi abuelo y yo dormimos juntos.

Las Madres

No pegué ojo en toda la noche. Me retorcí frenéticamente en mi cama. Te deseaba a ti. Me masturbé hasta el cansancio y en mis uñas quedan restos de lujuria. Esta odisea no acabó sino hasta que sucumbí y me zampé un cuartito de somnífero.

Cuando abrí los ojos recordé que estaba en la casa de mis padres. La cama de mi hermana estaba sin ella, miré el reloj y era más de mediodía. Entonces entró mi madre y con su dulzura de siempre se sentó en mi cama, acarició mi frente y preguntó:
- ¿Cómo dormiste mi’jita?
- Mal
- Mmm… seguro tus medicinas para la gripa te quitaron el sueño.
- Ajá, seguro fue eso mami.