Monday, April 07, 2008

Tortugas voladoras

Con cinturones y almohadas en la espalda
somos tortugas.

Mi padre amarra los caparazones
y desata la imaginación.

Escondidas tras puertas plegables
hasta que el asecho rinda frutos
y la víctima-padre sienta la furia
de las tortugas voladoras.

Una ronda despiadada de cosquillas
culmina con la muerte de la presa
o con el escape de una flatulencia paternal,
lo que suceda primero.

Ya mujer

Llegó oscura igual que la noche, supongo que para no desentonar. Sólo Paulina estaba ahí para saberlo, ninguna de las dos supimos bien qué significaba.

Una vez en casa informé a mi madre y el veredicto fue contundente. Bajo su dirección nos encargamos del asunto, tenía once años pero creo que la libré bastante bien. Ni la policía ni mi padre se enteraron.

Para mi hermana fue otra historia. No le dijo a nadie, logró ocultarlo 56 días hasta que a la madre no le salieron las cuentas mientras lavaba blancos. Los cuerpos del delito estaban en el fondo de un clóset, trece de ellos, pardos como la culpa. De nuevo la sentencia fue terrible: también mi hermana era ya mujer.

Bajar la lonja

rompo los cristales
de ácido láctico

mi decrepitud se queda
sobre el tezontle

pienso colgar la flacidez
en el próximo gran árbol.