Las Madres
No pegué ojo en toda la noche. Me retorcí frenéticamente en mi cama. Te deseaba a ti. Me masturbé hasta el cansancio y en mis uñas quedan restos de lujuria. Esta odisea no acabó sino hasta que sucumbí y me zampé un cuartito de somnífero.
Cuando abrí los ojos recordé que estaba en la casa de mis padres. La cama de mi hermana estaba sin ella, miré el reloj y era más de mediodía. Entonces entró mi madre y con su dulzura de siempre se sentó en mi cama, acarició mi frente y preguntó:
- ¿Cómo dormiste mi’jita?
- Mal
- Mmm… seguro tus medicinas para la gripa te quitaron el sueño.
- Ajá, seguro fue eso mami.
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