La cultura se mama
Unos padres adolescentes amamantan a su pequeña con Coca-Cola y sentimientos de arrepentimiento.
Unos padres adolescentes amamantan a su pequeña con Coca-Cola y sentimientos de arrepentimiento.
Tres niños sorprendentemente blancos y rosados retozan alrededor de un hombre sorprendentemente moreno y curtido, mientras ellos exhiben su inocencia y sus pecas, él exhibe sus años y su cicatriz en la mejilla.
Tras un frustrado viaje de negocios me encuentro aquí, sentada en el suelo con un piquete de hormiga en la nalga. Levanto la vista y leo: Aeropuerto Internacional de Manzanillo, regreso a mi libro y varios sujetos me hablan del neoimperialismo de Estados Unidos, de la opresión Norirlandesa y de las artimañas de Castro y Marcos, dos gringas con sobrepeso extremo rebotan frente a mi y dicen riendo mientras se dirigen al coche que acaban de rentar: "I hope that we don´t hit a donkey on the road" y no sé si es por el calor o porque llevo tres horas esperando a que salga mi avión pero me parece que gran parte de la historia humana se puede comparar con lo que hizo la hormiga con mi nalga: sobrevivir, ver por los intereses de uno mismo, pasar el día, y si hay que picar alguna nalga, que así sea.
Me gustaría no haber conocido a Rogelio, no haberme sentado en su sala diminuta, ni haber sospechado de sus preferencias sexuales cuando me recibió un wey de camisa hawaiana. Talvez así leería sus textos con desmesurada vehemencia esperando el día en el que llegara a conocerlo.
Te tengo clavado, atorado, como un hueso de pollo en la garganta, me dueles, quiero sacarte con pinzas, eres una astilla enterrada que lacera mi piel, ¿cuándo dejarás de dolerme? quizás si enterraras tus uñas en mi espalda y mordieras mi cuello este dolor cesaría, pero estás lejos y mi herida crece irremediablemente.
pasos la ondulación la curva
Para resistir talvez haya que salir al frío de la noche y enfrentarse a lo que acontece. Enfrentarse a los padres que compran algodones de azúcar a sus hijos, a las mujeres que venden cobertores estampados con leones y cebras, a la gente que mira atónita los puestos iluminados preguntándose “¿Qué quiero? ¿Qué me falta? ¡Alguien dígame cómo ser feliz!”.
Cuando tenía ocho años presencié una muerte. Me acerqué lentamente para verlo más de cerca, su sangre había manchado el vidrio, sus extremidades estaban rígidas y estiradas, el aserrín pintado de rojo. Mi hámster estaba muerto, había sido asesinado por su compañero de vivienda.
This is how lonely looks like,
Me gustaría pensar que existen dos mundos, uno es en el que vivimos día a día, dentro del cual vamos al trabajo, compramos un suéter nuevo o nos operamos la nariz.